10 ene 2010

Deseo



Desearía volver al norte y perderme por el casco viejo de la ciudad de su mano bajo la intensa lluvia que azotaba en aquellos nostálgicos días y sentir que, pese a la realidad inevitable, la distancia por unos días no es un impedimento para nosotros.


Desearía volver a sentir el suave frescor del dulce sabor de sus labios y que sus brazos fuertes y robustos como un roble se convirtiesen en el manto de mi cuerpo como sábanas de seda, protegiéndome al tiempo que, sin poderlo yo percibir, fuese indiscutiblemente el dueño y señor de la fierecilla indomable que habita en mí y que en el fondo no deja de ser un animal desvalido y temeroso que intenta resguardarse de los posibles golpes que le pudieran dar y de los que la vida, tan enseñada la han tenido.


Desearía poder sentir con sus besos la sensación de la pasión que como mujer puedo llegar hacer despertar y atraer sus deseos mortales acallando de un golpe certero mis miedos e inseguridades y esa afirmación catastrófica e imperativa de fracaso que en mi pensamiento perdura y que me hace tener siempre en píe de guerra mis armas y mis barreras sin dejar que retire de mi rostro fértil la armadura que hace tiempo me construí de acero indestructible.


Desearía que me hiciese volver a creer en el hombre, como hombre, y no como amigo pero no con palabras sino con la voz de tus norteñas manos dibujando tus verdades en mi cuerpo como estigma impregnado a mi piel y que quedase como prueba de amor certero ante el juez que dictamine que el efecto de jugar con los sentimientos es causa de pena de muerte para quién los provocó y para quién sus sentimientos, no siendo correspondidos, le han asfixiado hasta matarle.


Porque si me dan a elegir, no deseo morir de amor sino que deseo morir contigo y con tu amor.